Hugo Vieira da Silva in "Libération"
In the culture/film section were chosen the following 4 directors:
-Abdellatif Kechiche (France)
-Fatih akin (Germany)
-Hugo Vieira da Silva (Portugal)
-Cristi Puiu (Romenie)
un-official page of the film "BODY RICE" FAN-CLUB
Décidément, le Portugal offre de nos jours les cinéastes les plus radicaux et stimulants qui soient. Après En avant, jeunesse de Pedro Costa – autre film portugais ayant mis deux ans à atterrir sur les écrans français et y ayant survécu quelques semaines seulement ! –, Body Rice vient se hisser sans peine au rang des films les plus impressionnants de l’année. S’il est difficile d’en parler, c’est qu’au-delà de son apparence de film sur pas grand-chose, de trip minéral et léthargique, il s’agit d’un objet cinématographique foisonnant.
Body Rice est une succession de plans longs d’une remarquable intelligence de cadrage. Sans s’interdire de décadrer, les plans se fixent souvent, laissant les corps investir le champ comme bon leur semble, favorisant l’attention au moindre mouvement (Julia pose sur soi les vêtements de l’occupant de la chambre d’hôtel qu’elle est censée nettoyer ; des enfants jouent avec une tortue dans un ruisseau). Parfois, de lents et puissants travellings détaillent ou accompagnent ces corps (Anja prend un bain d’argile puis va se doucher ; des danseurs traînent leur pas lourd sur la plage lors d’hypnotiques rave parties).
Un carton nous apprend que le film – une fiction – a été tourné dans le cadre d’un programme expérimental de rééducation envoyant de jeunes allemands asociaux vivre en communauté dans l’Alentejo, région située au Sud du Portugal. Mais la narration, elliptique, est réduite au minimum. Si rien n’échappe à la compréhension, il apparaît bien vite que Vieira da Silva est moins intéressé par l’histoire que par le corps et par son rapport concret, immédiat, à son environnement et aux autres corps. Un plan génial parvient même à transformer un objet en corps : un robot pour enfant y prend vie devant Katrin hébétée.
C’est un film physique, rocailleux, lourd, où un soleil de plomb irradie une pellicule aux couleurs désaturées et écrase des corps traversant différents états : aphasie ou spasmophilie, sérénité ou transe. Le cinéaste se refuse évidemment à juger ses personnages sans énergie, sans volonté, sans projet. Cette atmosphère no future, qui plombe quelque peu, fait ausi toute la force et la beauté du film. D’autant que, l’horizon s’annonçant bouché, c’est à l’ici et maintenant qu’il convient de prêter attention. Or chacun des plans raconte quelque chose, bruisse de mouvements et de respiration, étonne et captive le regard. Scandé par des morceaux de musique industrielle, de cold wave ou de hard techno (une exception : l’utilisation un rien facile et pourtant si efficace d’un chant baroque, qui n’est pas sans rappeler la fin de Last Days), Body Rice est un film punk plein de vie, dont il faut guetter sans répit la prochaine projection.
Raphaël Lefèvre
15.07.2008Neues Kino aus Portugal
Body Rice is presented at Mostra Internacional de Cinema Europeu contemporani 2007
http://www.micec-barcelona.com/
VENTANAS is a film cycle dedicated to new German cinema and Portuguese contemporary film
PORTUGAL
El nuevo cine portugués ha adquirido una relevancia especial en el entorno europeo, ocupa eventualmente posiciones de vanguardia estética y muestra con frecuencia nuevos caminos en las formas cinematográficas, aun cuando generalmente lo haga abundando desde una propuesta de “estilos radicales” que, obviamente, encuentra el entusiasmo del cinéfilo y topa con la indiferencia de distribuidores, exhibidores y gran público. En las imágenes de los cineastas que conforman la que podríamos denominar cuarta generación —la de Pedro Costa, Teresa Villaverde, un poco más joven, João Pedro Rodrigues— transpira una escritura de la desesperación.Este caso, único en el contexto europeo, se torna más particular si cabe tras sumar en el ínterin los nombres de Claudia Tomaz, Catarina Ruivo, Marco Martins, y Hugo Vieira da Silva, la última y más fulgurante incorporación, que forman el grueso de una nueva oleada de cineastas portugueses que prosiguen en las líneas básicas el hilo de sus mayores en cuanto abordan un cine del vagabundeo, de la deriva existencial en territorios hendidos; perfilan una escritura en la brecha entre el deseo y la distancia, la materia y el fantasma, el documento y la ficción y, escrutan, entre otros lugares, el de una ausencia constitutiva o el de una deriva ocasionada por un agujero negro, por la dificultad de conciliar el tiempo y las transmisiones paterno-filiales o, simplemente, por hacerse cargo de la propia vida. Este cine abiertamente crítico, de mirada detenida y a veces casi congelada, que trabaja sobre el fluir temporal, que habita la crisis del relato, que ausculta las más de las veces una violencia sorda, que muestra otros ángulos y otra Europa, ha sido posible y sigue siéndolo en gran parte por el propósito de Paulo Branco, figura tutelar que por sí misma se basta para abarcar todas las generaciones y lo más interesante de la producción portuguesa de los últimos treinta años.
Alemania
Hija espiritual del cine alemán de los setenta –el de Fassbinder, Herzog y compañía—, pues comparte con ellos la voluntad de romper con el cine imperante, y admiradora del cine francés que va más allá de la Nouvelle Vague –con Robert Bresson a la cabeza—, la Escuela de Berlín pausa sus tiempos y construye sus obras a base de silencios. Películas como Ferien, de Thomas Arslan, llevan al extremo lo cotidiano, mediante finales que no cierran de forma tajante la trama, sino que la mantienen en suspenso.La narración refleja así un sentimiento de pérdida, en medio de un deambular continuo por paisajes vastos que se recorren en coche. La luz que se deja ver en cada película es absolutamente neutra: todo para dibujar una imagen fría de una Alemania a medio hacer que encuentra su perfecta representación en espacios que parecen en construcción. Milchwald, de Christoph Hochhäusler (del que se pudo ver Falscher Bekenner en el MICEC’06) o Montag kommen die Fenster, de Ulrich Köhler, muestran edificios en obras, y Ping Pong, de Matthias Lutdhardt, o Sommer 04, de Stefan Krohmer, se desarrollan en la lejanía de una casa de verano. Son espacios todos que poco tienen que ver con una idea de hogar y que se corresponden con la imagen de familias desestructuradas y en crisis. Las conversaciones dan paso a la incomunicación y el sonido refleja, mediante el rumor de los árboles o una banda sonora abrasiva, la incomodidad. La familia se convierte así en el núcleo roto y resquebrajado de este nuevo cine alemán, y los adolescentes pasan a ser los protagonistas de muchas de sus películas. Son adolescentes que deambulan por un país grande y joven: falsarios, como el protagonista de Falscher Bekenner, o madres que aun no han terminado el instituto, como en Lucy, de Henner Winkler. Estos personajes pueblan un cine que muestra con aplomo el sentimiento de ir constantemente a la deriva. Contrariamente al desconcierto de sus personajes, los cineastas de la Escuela de Berlín se presentan con una gran conciencia de grupo y con el convencimiento de estar llevando a cabo una fiel disección de la nueva Alemania.